25 de enero de 2013

Su nombre contenido en toda palabra, y yo contenida en él.

No sabría explicar lo bien que me siento, pero cuando lo escucho hablarme el mundo parece más real e incluso más tranquilo. También me gusta hablarle y siento un impulso agudo y constante de no dejar de hacerlo. Es como si al escucharnos nos llenáramos de sentido.
Hablo de él como una línea continua e infinita, perfecta. ¿Qué sería de nosotros sin nosotros?
Le beso los hombros como queriendo besarle el alma. Me gusta verlo porque me provoca la misma sensación que me da ver el mar. Así de incontenible, así de insuperable. A veces nos quedamos inmóviles y yo puedo escuchar como late su corazón, y sentir el ritmo de su respiración. Tener la certeza de saber que después de un día pleno y maravilloso a su lado, viene otro igual y así indefinidamente. Querernos porque podemos, porque creemos, porque sabemos, porque confiamos, porque somos. Querernos por que existimos.

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